Entendiendo mi cerebro emocional

El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro pensante.

Daniel Goleman

El llamado “cerebro límbico”, por debajo del Córtex cerebral (la parte más moderna y humana), es común en todos los mamíferos y nos ha servido, evolutivamente, para amplificar el impulso instintivo de supervivencia y reproducción, haciendo más sofisticada nuestra capacidad de luchar, cazar y relacionarnos.

Entiéndelo desde el punto de vista de un dinosaurio:

Soy muy agresivo y solitario, frio, no empatizo y se me hace difícil formar equipo, con lo que tengo que ser muy fuerte y fiero para ganar la batalla…¿Qué hacen los más pequeños? Desarrollan más su cerebro y surge uno que forma equipo para luchar contra los más grandes, para lo cual surge esta parte emocional que crea empatía, conexión, apego…

Este apego, que surge desde el nacimiento con la madre-hijo, a través de la oxitocina, me hace más sensible al otro y me anima a unirme, buscar protección en el grupo para sobrevivir, a la vez que me facilita las relaciones sexuales para la procreación, porque nace el deseo.

Se desarrolla entonces el núcleo de la recompensa, una fuente de motivación para alcanzar el logro, la caza o la pareja, con la promesa del placer de la conquista. El núcleo accumbes, que va a estimular las áreas de exploración y determinación para la acción del cerebro cortical.

El dinosaurio solo se levanta cuando tiene hambre o le llega la hora de procrear, mientras que los mamíferos se vuelven mucho mas proactivos, con lo que procrean mucho mas y hay mas nacimientos, se vuelven más exploradores de su entorno por su “motivación” a la recompensa, no solo por hambre, con lo que ya empiezan a “pensar en el futuro”, y no como sus compañeros reptiles, frios y desmotivados, que solo viven en presente.

Así pues, este nuevo centro amplía la percepción del mamífero, para explorar el entorno, y le hace más sensible a éste, para poder interpretar con rapidez las amenazas, con lo que se desarrolla otro centro, las amígdalas, que le permite sentir miedo ante amenazas y verse motivado a huir o luchar.

Imagina pues al típico tipo frío, reptiliano, que no expresa emociones, un depredador nato, que parece no conmoverse con nada ni con nadie, que se sabe el “matón de la clase”, que nada parece afectarle.

Rápidamente te hace sentir que es muy difícil comunicarse con él. No empatiza. No siente necesidad de establecer relaciones, grupo, pues va por libre. No entiende la complejidad de las relaciones ni es capaz de expresar sentimientos ni creatividad. No puede crear apego, amor, ni entender los peligros a los que se enfrenta, porque no los teme. Le faltan matices a su percepción, muy limitada. Solo entiende de armas y de caza, de cómo ser más fuerte y feroz y no atiende al daño que puede hacer, pues no le afecta…¡un buen aliado como protector o en la guerra!.

Si a este individuo le activamos el cerebro mamífero, emocional, comenzará a sentir miedo ante las amenazas y temerá por su vida, con lo que se protegerá más a la hora de “ir de caza”, no como antes, directo, con lo que tratará de desarrollar una estrategia mejor, donde tenga en cuenta los pros y contras, lo cual ya nos indica que este núcleo “motiva” al desarrollo del cerebro superior, el neocórtex y los lóbulos prefrontales, para prevenir y ejecutar, para hacer proyecciones de posibles contextos, con problemas  y soluciones, desarrollando la memoria, las correlaciones y la imaginación creativa…¡todo esto consigue el miedo!

Y el apego le va a condicionar a la hora de tratar con sus congéneres, porque no querrá quedarse solo, pues lo sentirá como una pérdida de posibilidades de sobrevivir, ya que la tribu le da seguridad, continuidad, y el amor le permitirá establecer relaciones más profundas y seguras, con lo que se podrá reproducir mejor.

Todas estas nuevas emociones van a ser ancladas y buscadas por la acción del centro de recompensa, con lo que sus posibilidades de sentir placer se multiplican, ya no solo el placer de la caza y la convulsiva reproducción, la violencia, sino que toda una nueva gama de experiencias le van a reportar placer, con lo que las va a archivar como actitudes a reproducir, ampliándose así sus deseos o necesidades, lo que repercutirá en un mayor desarrollo cerebral…

En este nuevo espectro de experiencias y necesidades, la comunicación va a ser fundamental, con lo que se desarrolla mucho esta área, pues las nuevas necesidades que surgen dentro del grupo, la tribu, requiere de hacerse entender, negociar, intercambiar, en fin, convencer al otro de que eres bueno para él/ella.

Poco a poco, lo que antes era lo único importante, la caza, la vida y la muerte, se va vinculando emocionalmente a la experiencia común, de modo que ahora “cazamos personas”, su energía y atención, pues al irnos apartando de la naturaleza e ir creando una nueva “naturaleza artificial”, donde la comida está asegurada sin cazarla ni recolectarla, nos vamos creyendo que la supervivencia depende de otros que nos la proveen.

Enlazamos neuronalmente esas experiencias e imágenes actuales, ganar dinero para sobrevivir, desde el neocortex hasta el troncoencéfalo, pasando por el núcleo emocional, o sea, dinero y cerebro reptil, con lo que ahora lo que vamos a temer no es al León ni a que no haya caza, sino a quedarme sin trabajo, a que me rechacen o a que nadie me ame…

Este contenido forma parte del curso Neurohacking, creado por Pablo Fernández del Campo.

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